Los juntaron a todos con la promesa
de celebrar la nueva casta unida.
Generales y jefes perfumados
donde no hay más guardias de turno.
Los emboscan, los traicionan, le sueltan
la mano al contrato tácito.
Son mujeres, niños, son la sangre
de tierra rojiza y chamuscada.
Entonces sí, Bernabé y su tío a caballo,
en soberbia de caño fusil que firma cartas:
"Será para controlar la horda de
malvivientes inadaptados".
Después brindan de ego inflado. El plan
no tuvo precedentes y mucho menos
tuvo escrúpulos.
Polidoro es señal de ajuste en el suelo.
Santidad (?) de familia en nobleza de cartón.
No quedó ninguno.
Eso dijeron, eso nos llegó.
Sin embargo en el monte, entre las sierras arboladas,
escapó el vestigio.
A Francia lo llevaron, rutina circense, y ahí
lo llamaron Jean algo, "el adaptado".
Muchos años después, el viejo Tacuabé
confesó el amor edificado, la puta suerte
y el ancla de memoria en pipas pasadas:
"Del dolor soltarse pueden. De la vergüenza jamás no."
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