Del horizonte viene, arisco.
Acá no hay niebla que tape ni
resoplo que atrape
el cuerpo del intangible
tejido arrugado y escarcha
de piel reseca
La rocosa sensación
de no ser digno de él
Se cansaron entonces los ojos
de ver a sus pares.
Una placa del alma y
La boca una rendija que cede
sin jamás confiar
Se posan cual corcel,
whisky en mano,
en la cama que es
pieza y culpa,
leyendo la borra encriptada
Barrerlos.
Barnizarlos circular con
toda la humedad
anidada
Soltarle la cuerda otra vez.
Dañar en el rapto
No tener defensa ni paciencia
Sólo un duelo
De reptiles esquivando
la ponzoña.
El veneno en la vena y el nervio.
Morite ahora, morite en él
Ya no vuelve porque es tuyo
Lo veo morir mucho después y
al horizonte va, extinto
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